Los principios éticos son imperativos universales que nos orientan acerca de qué hay de bueno y realizable en unas acciones y de malo en otras. Son diferentes a las normas porque éstas son más concretas. Todos los principios están interconectados y ninguno es más importante que otro.
El principio de autonomía
Define el derecho de toda persona a decidir por sí misma en todas las materias que la afecten de una u otra manera, con conocimiento de causa y sin coacción de ningún tipo. Determina también el correspondiente deber de cada uno de respetar la autonomía de los demás.
El principio de beneficencia
Define el derecho de toda persona de vivir de acuerdo con su propia concepción de la vida buena, a sus ideales de perfección y felicidad. Íntimamente relacionado con el principio de autonomía, determina también el deber de cada uno de buscar el bien de los otros, no de acuerdo a su propia manera de entenderlo, sino en función del bien que ese otro busca para sí.
El principio de no-maleficencia
Define el derecho de toda persona a no ser discriminada por consideraciones biológicas, tales como raza, sexo, edad, situación de salud, etcétera. Determina el correspondiente deber de no hacer daño, aun cuando el interesado lo solicitara expresamente.
El principio de justicia
Define el derecho de toda persona a no ser discriminada por consideraciones culturales, ideológicas, políticas, sociales o económicas. Determina el deber correspondiente de respetar la diversidad en las materias mencionadas y de colaborar a una equitativa distribución de los beneficios y riesgos entre los miembros de la sociedad.